A fines de febrero pasado la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) celebraba con bombos y platillos el haber recibido una invitación del famoso torneo internacional Maurice Revello, de Francia, para que la selección nacional juvenil asista a la edición de la presente temporada.
“El trabajo demostrado en la CONMEBOL SUB-20 disputado en Colombia (en alusión a la participación de Bolivia en el Sudamericano de la categoría) y la nueva administración en la FBF brindaron está gran posibilidad para el fútbol nacional”, se jactaba entonces la federación a través de un comunicado oficial.
Dos meses y medio después, con el certamen casi en puertas (5 al 18 de junio), esa “nueva administración” de la FBF acaba de mandar al tacho de la basura esa “gran posibilidad” al anunciar que la selección juvenil no irá al certamen en Europa.
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El absurdo argumento expuesto para justificar tan desacertada decisión es que el Maurice Revello, de categoría entre Sub-20 y Sub-23, “se cruza” con la participación de equipos bolivianos en la Copa Libertadores y con los partidos amistosos que la Verde absoluta disputará en junio ante Ecuador el 17 y frente a Chile el 20.
Es decir, mientras que al comienzo se celebraba la invitación gracias a la campaña de un puñado de chicos de máximo 20 años, ahora éstos, que deberían haber sido los elegidos para ir a Francia, según la FBF resultan ser algo así como “la base” de los equipos coperos y de la selección mayor, imposibilitando la conformación de otro seleccionado.
A estas alturas, después de haber aceptado la invitación (en febrero), la inclusión en un grupo y hasta el fixture de partidos (a comienzos de abril), a estas alturas (a mitad de mayo) decir “ya no vamos a ir” es una vergüenza internacional para el fútbol boliviano, que da muestras de una falta absoluta de seriedad para cumplir con sus compromisos y su palabra.
Pero más allá de ese papelón, que ocasionará que Bolivia nunca más esté en planes de la organización de tan famosa competición, es una clara demostración de que el fútbol juvenil no goza del apoyo que necesita para proyectarse a nivel internacional ni de la confianza de los dirigentes para invertir en él.
Bolivia tiene como prioridad, una vez más, ir al próximo Mundial y está bien, porque los sueños no cuestan nada, sin embargo, en ese mundo en el que viven los dirigentes sigue sin existir el fomento verdadero y real a las bases y a su formación, creyendo que de milagros se puede vivir.