¿Te acuerdas, querido Negro, aquél día de junio de hace 30 años, cuando nos subimos juntos, una vez más, al avión para afrontar una nueva cobertura? Esa vez valoré mucho más algo tuyo, la responsabilidad que tenías por el trabajo y la pasión que le ponías a cada labor que te encomendaban.
Fue la única vez que te noté de verdad triste. Siempre sonreías, tu rostro era de alguien que vivía feliz sin importar lo que le ocurriera. Apenas unos días antes habías perdido a tu mamá, recién la habías enterrado y ya te tocaba, de nuevo, mirar la vida hacia adelante.
Llegamos a Estados Unidos, ni tú ni yo sabíamos dónde estábamos parados, no teníamos ni una pizca de inglés en los labios y nos adentramos en los terrenos más complicados que nunca antes habíamos atravesado para seguir a nuestra selección, aquella que un año antes había alegrado al país entero con su clasificación al Mundial en esa eliminatoria tan memorable.
Disfruté tanto, a tu lado, hombro con hombro, esa que fue toda una aventura periodística. Ya éramos equipo, ya nos conocíamos de cuando fuimos a Chile el 91, a Ecuador el 93, a Copa Libertadores y a tantos otros eventos.
Eras increíble, Negro. Me acuerdo cómo revelabas las fotos en un baño de hotel o a 40 grados centígrados en la carretera entre Machala y Guayaquil después de un partido de la Verde. Inolvidable cómo cargabas la telefoto para transmitir mediante aquella tecnología añeja y, en los estadios, la manera que combatías con tus pequeños lentes a los monstruos que entraban a la cancha cargando sus “cañones”. Aún así, ganabas, querido Andrés.
No son pocas las figuras del fútbol y en general del deporte boliviano que tienen en las paredes de sus casas, enmarcadas las magníficas fotos que les tomabas mientras competían, tú lograbas que esos lindos momentos fueran imborrables para siempre.
Esa foto a Mario Mercado, a don Rafo Mendoza, aquella que le sacaste a Etcheverry vestido de Diablo, las innumerables tomas de portada en el momento preciso del gol, del festejo… miles y miles que te hicieron grande, por siempre.
El otro día me llamaste para preguntarme por un partido de la Copa Simón Bolívar, seguías disparando tu cámara como lo hiciste casi toda tu vida, y de nuevo tu foto publicada en Facebook fue indiscutiblemente la mejor.
Tantos momentos lindos, mi querido Andrés. Si para homenajearte pudiera contar todo lo que viví a tu lado y aprendí de ti necesitaría de muchas horas y muchas páginas. Me quedo con esos recuerdos que pasan rápidamente por mi mente y, en especial, con ese junio de 1994, cuando se fue tu mamita y tú miraste para adelante. Ahora que te reencuentras con ella dile que 30 años después por fin la puedes abrazar de nuevo. Aquí ya cumpliste, hermano, fuiste el mejor de todos los compañeros. Hasta siempre, Negrito.