La grandeza eterna de Bolívar, ahora que cumple 100 años de vida institucional, permitió que esta enorme institución del fútbol boliviano se diera el lujo de contar, la mayoría de las veces, con los más notables futbolistas nacionales y extranjeros que llegaron al país.
Por eso es el más campeón en Bolivia. No por nada es el más grande. Y de esa su cuna se pueden sacar no uno sino dos y hasta tres “equipos ideales”.
Por supuesto que no vi jugar a muchos, pero sé que la Academia tuvo en sus filas nombres inolvidables desde El Maestro Ugarte. Sé de Mario Alborta, del Fiero Rada, de Mario Mena, Wálter Orozco, del Pichón Herbas, de Hernán Rojas y del arquero Ángel Velazco.
Cualquiera de ellos podría estar en un “equipo ideal”. Como seguramente lo estarían el doctor Carlos Conrrado Jiménez, o Hernán Cayo, Ramón Guillermo Santos, Mario Rojas, el recordado Édgar Vargas, el profe Abdul Aramayo. Ni qué decir del notable puntero derecho Ramiro Blacut.
Me tocó ver jugar a algunos de los siguientes: a Jiménez; al Pichicho Borja, quien fue el gran capitán de todos los tiempos; a Vladi Soria, Carlos Aragonés, Carlitos López, el Nano Salinas, el Coqui Hirano. Si me siguen dando cuerda puedo continuar recordando a Luis Gregorio Gallo, al Pacho Góngora, a Arturo Galarza (el hermano mayor de Lucho), a Pablo Baldivieso que un día se fue sin que nadie se pudiera explicar por qué subió al cielo tan temprano; a Chichi Romero, ese formidable gambeteador. Mi memoria no olvida al Diablo Marco Antonio Etcheverry, como tampoco a otro maestro como lo fue Ovidio Mesa.
Vaya que Bolívar tuvo jugadores de lujo: Coqui Hirano, Platiní Sánchez, Juan César Silva, Carlitos Trucco, Julio César Baldivieso; Thomas N’Kono, quien volvió al fútbol convencido por Bolívar cuando ya estaba retirado y aun así fue figura.
Y qué tal si hablamos de Marco Sandy, el Chocolatín Castillo, esa temible dupla Luis Gatty Ribeiro con Joaquín Botero, el Bomba Gutiérrez, el elegante Óscar Sánchez cuyo recuerdo quedó para siempre desde que en 2007 murió por un cáncer.
No es posible dejar de mencionar a los goleadores William Ferreira, Horacio Chiorazzo, el Conejo Arce, ni apartarse del momento que viven en la actualidad el capitán Leonel Justiniano o el mejor jugador boliviano de la actualidad, mi tocayo Ramiro Vaca.
Me pregunto cuál fue el magnífico cimiento que hizo que Bolívar tuviera tan gigantes jugadores y fuera capaz de armar un montón de estelares equipos, ganadores de tantos títulos (más de 40 entre nacionales y los otros).
Concluyo que mucho tienen que ver sus dirigentes. El club ha tenido la suerte de contar con también notables conductores que supieron aportar su granito de arena y muchas veces más que eso para la grandeza de Bolívar.
En una revista de hace más de 20 años dedicada a Bolívar leí un título: “El padre de la familia bolivarista”. Se refería a don Lauro Ocampo Crespo, una auténtica leyenda celeste.
Don Lauro estaría cumpliendo en 2025, cinco años más que su Centenario club. Le dedicó su vida entera a Bolívar. Fue destacado dirigente desde 1938 y ocupó todos los cargos. Su jugador preferido era Alborta, según esa publicación.
Ocampo Crespo fue el primer notable dirigente de la Academia y luego de él, el club nunca dejó de tener grandes dirigentes. Con gente tan querendona, tan luchadora y trabajadora, se puede hacer también más de un “equipo ideal”, con el riesgo, claro está, de dejar fuera a muchos.
Aquí no se puede hablar de arqueros, defensores, mediocampistas o delanteros. Todos, en realidad, fueron el “jugador número 12” o, si se quiere, “el jugador número cero” porque desde sus ideas y sus actos nacieron esos equipos con espectaculares jugadores.
A Mario Mercado se lo recuerda como el más grande presidente que tuvo Bolívar desde que, un día en el viejo estadio Siles, fue invitado por don Guillermo Monje, otro magnífico bolivarista, a sumarse al equipo. No se fue nunca más del club de sus amores hasta que un accidente aéreo truncó su vida en 1995 al lado de Guery Jordán, su vicepresidente y mano derecha en muchas ocasiones.
Gracias a Dios, de este “equipo ideal” hoy todavía disfrutan del Centenario Lothar Kerscher, el más antiguo dirigente en la actualidad, un hombre con muchos pulmones como Soria o Borja para hacer su incansable tarea en el club.
Están el doctor Mario Paz Zamora, quien también fue presidente y hombre fiel al Bolívar en las buenas y en las malas, lo mismo que Alfredo Rojas, un colaborador por mucho tiempo.

Guido Loayza fue el más reciente presidente fundamental para salvar la vida de Bolívar cuando estaba complicado con las finanzas. Súper conocedor de fútbol, vicepresidente y, después, un hombre al servicio del club para conseguir lo que hoy es la Academia con el apoyo del titular actual Marcelo Claure, a quien, en tiempos diferentes, no cabe otra cosa que reconocerle su importantísimo aporte porque está logrando engrandecer la imagen para bien no solo del club sino de la institución.
Este es un momento para no olvidar a los pioneros de la fila como lo fueron Carlos Terán y Armando Gamarra, los primeros presidentes en esos años en que un puñado de jóvenes fundó el club con un sueño, aunque sin imaginarse que habían puesto la piedra fundamental para esta gran institución que hoy cumple 100 años.
En la historia escrita del club está también el recuerdo que dejaron Alberto Alem y Luis Eduardo Siles, lo mismo que Rodolfo Plaza, un nombre que pudiera estar en el equipo ideal de jugadores y también de dirigentes.
Quizás algunos piensen que no tendría que estar en esta “alineación” Fernando Rivera Meruvia por haber sido el presidente en aquel año maldito del descenso, aunque sería injusto no reconocer su esfuerzo en tiempos de los más difíciles que pasó la Academia.
También se enojarán conmigo por nombrarlo a Mauro Cuéllar Caballero. Dicen que originalmente no era bolivarista. Por cómo hacía las cosas no era de los hombres que se hubieran ganado mi aprecio, sí mi respeto porque, con poco, supo conducir a un plantel al más grande logro deportivo internacional de la historia del Bolívar, el subcampeonato de la Copa Sudamericana en 2004. Les ganó a muchos.
Jorge Lonsdale llegó en un momento en que, sin Mercado, Bolívar necesitaba de su apoyo y ahí estuvo, al pie del cañón, haciendo que el club continuara su senda.
Pasaron grandes dirigentes, uno en especial: Javier Ortuño. Javierito no fue presidente, pero con su habilidad para negociar las cosas y su capacidad de convencimiento fue quien trajo a muchos de los notables jugadores arriba mencionados, y si había un hombre de los que más quería a Bolívar por encima de todas las cosas era él, un trabajador a tiempo completo por su club sin pedir nada a cambio; es que su recompensa era verlo a su equipo ganar el día domingo a las cuatro de la tarde.
Mi homenaje a este enorme Bolívar Centenario. A esas decenas de brillantes jugadores y a este mi “equipo ideal” de dirigentes, a quienes veo como los verdaderos autores de la grandeza celeste.
Posdata: derramo una lágrima por Chicho Navarro. Se marchó hace solo unos días para cuidar desde el cielo celeste a su club. Hubiera cumplido 100 años como Bolívar. No solo fue el HINCHA NÚMERO UNO, también fue de los mejores dirigentes trabajando, luciendo el overol celeste desde el lugar en el que lo ponían. Adiós, don Chicho, Bolívar es campeón cuando le da la gana.