El fútbol boliviano tuvo un pobre 2023 con una mezcla de torneos, supuestos amaños, paralizaciones, malos arbitrajes y varios etcétera, y encima lo cerró mal con una decisión de la dirigencia, a falta de ser “oleada y sacramentada”, de limitar a partir de 2024 la inclusión de jugadores naturalizados y obligar a los clubes a colocar en cada partido al menos a un futbolista de categoría Sub-20 y a otro de Sub-23.
Según el proyecto, un naturalizado será considerado jugador boliviano —es decir, dejará de ocupar plaza de extranjero— al cabo de cinco años de residencia en el país, una completa contravención a la Constitución Política del Estado (CPE), que exige solo un mínimo de tres e incluso menos bajo ciertas condiciones. De qué privilegio tendría que gozar el fútbol para imponer una norma propia por encima de la Carta Magna.
El otro paso en falso que la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) y sus asociados están por dar tiene que ver con los “sub”, con el disfrazado argumento de dar mayor oportunidad a los futbolistas bolivianos jóvenes, creyendo que obligando a los clubes a hacerlos jugar van a mejorar el nivel de éstos, en vez de, con una buena inversión, proporcionarles otro tipo de condiciones, como campeonatos adecuados continuos y no de a ratos para que vayan exhibiendo sus fortalezas técnicas y físicas y mejorándolas en esa misma dimensión.
No llegan ni a cinco las federaciones de fútbol tercermundistas —entre ellas la boliviana— que optan por la obligatoriedad y, lo que hacen en realidad es restar potencialidad a los clubes, cuando éstos hacen esfuerzos de tipo económico —no importa si son grandes, medianos o pequeños— con el propósito de que sus equipos expongan lo mejor que tienen y no sean limitados, por ejemplo, dejando en el banco a dos de sus mejores futbolistas para colocar a otros dos de menor rendimiento por hacer caso a una norma que roza lo absurdo.
En cualquier parte del mundo los entrenadores echan mano de sus mejores jugadores sin fijarse su edad —ni su nacionalidad—, a la vez que los clubes, a través de un sistema organizado de fútbol base y siguientes, van generando y potenciando cambios generacionales que como resultado dan una natural y no forzada aparición de nuevos valores e incluso flamantes figuras.
La División Profesional de la FBF tendrá una reunión de Consejo Superior el miércoles en la que está previsto que apruebe la convocatoria para la temporada 2024, ahí los delegados de los 16 clubes tendrán la misión de analizar y discutir una vez más los cambios que han propuesto, y va a depender de ellos que la competición en el fútbol boliviano mejore, o que retroceda si van adelante colocando en el papel artículos completamente reñidos con la esencia del deporte, que es competir con lo mejor de las armas de cada uno.
Con el adelanto que la dirigencia ha hecho, hoy los entrenadores están pensando más en a qué juvenil Sub-20 van a estar obligados a poner y cuál de los Sub-23 será el mejor para saltar a la cancha, con el añadido de que habrá que sostenerlos en los 90 minutos y no solo en 45, sin posibilidades de hacer un cambio que permita, libre de cualquier atadura normativa, mejorar el rendimiento colectivo.
En el último tiempo la FBF ha dado pasos agigantados pero hacia atrás, el problema radica en que las cabezas pensantes que están a cargo no parecen entender que el fútbol, sobre todo el boliviano, necesita obras constructivas, ir en el camino correcto y no todo lo contrario, un retroceso que es parte de las macanas que ellos han estado alimentando en todos estos años.