‘La selección ilusiona, los dirigentes desilusionan’. Es una frase acuñada por mi amigo y compañero en PREMIUM, el periodista Jorge Asturizaga. Mejor dicha imposible como para graficar lo que está sucediendo en el fútbol boliviano.
Cada comienzo de una eliminatoria hay que creer que se puede, que la selección puede, que es capaz de saltar a la cancha a competir y no solo a participar. A ser protagonista, ojalá, de una nueva era para romper con la tan larga lista de fracasos.
Nunca hay que decirle no a la Verde, ni desde adentro ni desde afuera. La de ahora, al mando de César Farías, lleva trabajando junta durante más de un mes, casi dos, como hace mucho no ocurría. Razón suficiente para pensar en que, en la medida que pasen los partidos, será capaz de recoger frutos, quizás no inmediatamente sino después. Mejor si es de entrada, pero hay que tenerle fe y sobre todo paciencia. Hay que darle oportunidad a este grupo mezcla de experiencia y juventud que también se ilusiona con alegrar a todo el país.
Nunca hay que decirle no a la Verde, ni desde adentro ni desde afuera
Qué pena que los dirigentes no jalen el carro para el mismo lado. Lo peor es que no tienen talla ni para arreglar sus diferencias ni son capaces al menos de sacar una bandera blanca aunque sea abriendo un compás de espera que le permita a la selección saltar tranquila al césped de las eliminatorias. El poder para sí es lo único que les interesa. Hasta trabas le ponen al equipo de todos. Mucha razón tiene Xabier Azkargorta cuando dice que ‘no es el equipo de todos sino al que todos quieren joder’.
Ocho por aquí, seis por allá. Rodríguez por un lado, Blanco por el otro. Títeres de los intereses. Mentirosos: no les interesa el bien del fútbol sino el de ellos mismos. No se pueden ni sentir. Se odian. De boca para afuera dicen que quieren que vuelva el fútbol, si fuera así se sentarían y arreglarían todo. No es tan difícil, no lo sería si pusieran la cabeza para pensar en vez de los pies para golpear arteramente. Están idos, han perdido el norte. El fútbol no los merece.
Hay en ellos una ausencia de luz. La oscuridad y la negrura de sus mezquindades les hacen difícil ver una luz allá, al final del túnel. Y ya es angustiante esa total ausencia de voluntad.
Vamos que hay selección. Lesionada por los dirigentes, ¡qué importa! Hay que apoyarla. Hay que ilusionarse con ella. Allá ellos, los que nos desilusionan.