Guillermo Antonio Ávila Paz (Cochabamba, 28 de diciembre de 1960) es considerado uno de los mejores esquiadores que tuvo el país: abanderado en los Juegos Olímpicos de Invierno en Calgary, Canadá 1988, y de Albertville, Francia 1992.
Cuando dejó la actividad competitiva se convirtió en un entrenador del esquí alpino en Estados Unidos y aunque ahora está jubilado sigue pasando sus conocimientos a quien se lo solicita, por ejemplo, al austriaco-boliviano Simón Breitfuss, clasificado para los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, China 2022.
Los deportes sobre hielo y nieve no son tradicionales en Bolivia. Los Juegos se realizan cada cuatro años, igual que los de verano, y pocas veces asisten deportistas nacionales.
Bolivia participó en apenas seis ediciones: Cortina d’Ampezzo 1956 (Italia), Lake Placid 1980 (Estados Unidos), Sarajevo 1984 (la antigua Yugoslavia, lo que hoy es Bosnia-Herzegovina), Calgary 1988, Albertville 1992 y Pyeongchang 2018 (Corea del Sur).
Al evento asiático se dio una asistencia de luego de 26 años gracias a Breitfuss y al finlandés-boliviano Timo Grönlund, quienes se clasificaron por mérito propio, pues luego de 1992 se decidió que los deportistas debían obtener marcas mínimas para participar.
Dos generaciones
Guillermo fue uno de los cinco integrantes de Bolivia que asistió a Albertville 1992, pero antes de mostrarse en el esquí internacional sus comienzos en los deportes de invierno se remontan a cuando era niño, ya que su padre Rolando Ávila fue un asiduo practicante de estas disciplinas junto a René Farwing, primer esquiador boliviano que asistió a los Juegos Olímpicos de 1956.
“Mi papá competía por Bolivia en los años 50. Desde los 16 años fue miembro del Club Andino, donde lo invitaron y pudo conseguir una beca con René Farwing. Con él fueron a Bariloche, Argentina, a competir. También salió campeón nacional en Bolivia y ganó el Panamericano en Descenso”, cuenta su hijo.
Los dos esquiaron muchas veces en el nevado de Chacaltaya, donde el padre se consagró campeón.
Gracias a estas incursiones en la nieve Guillermo se interesó bastante por el esquí alpino y aprovechaba cada momento que tenía para deslizarse sobre esa superficie y el hielo.
Aunque no fue hasta cuando tenía 11 años que comenzó a practicar “en serio” este deporte. “Empecé a esquiar cuando me fui a Estados Unidos, fue en 1971. Como el esquí es muy caro la única forma para poder hacerlo era porque mi papá trabajaba en el centro donde se lo practicaba”.
Entrenador
Con el pasar de los años y luego de haber ganado algunas carreras, decidió trabajar en el centro de esquí cuando cursaba los últimos años de colegio, entonces los dueños lo pusieron como profesor en la escuela.
“Pude sacar mis títulos. En cinco años conseguí mi certificado para enseñar desde principiantes hasta expertos, igual saqué mi certificado como entrenador de competencia. También fui a Argentina para ser entrenador y de la misma manera me llamaron de Brasil para que prepare a su equipo”.
Otra especialización que tuvo fue la enseñanza a futuros entrenadores. “Me contrataron de la división Intermountain para que sea mánager del área de certificación. Me encargaba de hacer el programa de certificación desde el nivel 1 hasta el 3”, cuenta Guillermo, quien por un accidente que sufrió en 2014 tuvo que jubilarse.
A los Juegos
En medio de todo está su participación en dos Juegos Olímpicos de Invierno: Calgary 1988 y Albertville 1992.
En ambos fue el abanderado de la delegación nacional. Para 1988 asistió con Gary Montaño, Jaime Bascón, José Bejarano, Manuel Aramayo y Luis Viscarra.
Para esos Juegos Guillermo obtuvo el lugar 76 en la prueba de Gigante y 38 en Eslalon, que fue la mejor posición de un sudamericano.
Cuatro años después fueron cinco deportistas: Guillermo, Bejarano, Aramayo, Daniel Stahle y Montaño. Ávila se quedó con el puesto 50 en Eslalon y 76 en el Gigante.
Como después los deportistas debían clasificarse con marca mínima, Guillermo Ávila estuvo muy cerca de conseguirla para el evento de Salt Lake City 2002 (Estados Unidos), pero no pudo participar porque “la federación boliviana no pagó la membresía a la federación internacional y me quitaron los puntos que conseguí, así que no pude asistir”.
En 2001 decidió retirarse como deportista y se dedicó por completo a la enseñanza del esquí.
Apoyo a Bolivia
Todo lo que aprendió como esquiador espera replicar en el país y tiene la idea de impulsar este deporte, así como masificarlo más rápidamente con la ayuda de Breitfuss, clasificado a los Juegos de Pekín, China (del 4 al 20 de febrero de 2022).
“Yo estoy para colaborarle mucho a Simon. Tenemos una gran oportunidad con él por su talento. Tiene todo lo necesario para llegar lejos, pero necesita colaboración porque este es un deporte caro. Yo lo ayudo instruyéndole cuando me manda videos de sus competencias, pero se puede hacer más por él. Los triunfos que él consiga serán también de Bolivia”.
La relación entre ambos nació hace unos tres años, cuando el austriaco naturalizado boliviano representó al país en los Juegos de Pyeongchang 2018.
También tiene la idea de formar un equipo con integrantes del altiplano boliviano para el esquí cross country, porque “los nacidos en esa área tienen el corazón y los pulmones muy bien desarrollados y les podemos enseñar a esquiar y disparar, veo que se puede tener un buen futuro”, recalca.
Familia y fotografía
Años después se casó con Elizabeth Carson y tuvieron una hija de nombre Margaret. A sus 26 años, ella ya practicó varias disciplinas, entre ellas el esquí.
“Mi hija hizo mucho esquí, pero no se especializó porque es muy caro, aunque sí llegó a ser entrenadora. Hizo varios deportes como esgrima, voleibol e hipismo. También estudió medicina y es enfermera”.
Otra faceta en la vida de Guillermo es su pasión por la fotografía, ya que desde 1975 comenzó a pasar clases en ese ámbito.
Gracias a ello ganó varios premios en el país del norte por las exhibiciones que presentaba. “Desde que tengo memoria me han inspirado mucho todas las formas de artes visuales, las palabras de la poesía, los diferentes sonidos de la música y la naturaleza”.