El más duro reto que tiene Fernando Costa como presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) es unificar en torno a su gestión a todos los actores, trabajar con ellos, oficialistas y opositores, y transparentar cada uno de sus actos.
Costa ha sido elegido en un momento difícil por el que atraviesa el fútbol nacional, dividido por las pugnas de poder, por los intereses políticos y personales, por la intolerancia, y va a ser complicado para él y su directorio gobernar si acaso no logran solucionar primero esa fuerte crisis institucional.
Si bien ha llegado a la presidencia con el apoyo mayoritario e indiscutible de los miembros asistentes al Congreso Ordinario, la primera dificultad mayor que debe afrontar es una cerrada oposición que le ha dado la espalda al no presentarse a las deliberaciones y que, no es de ahora sino desde hace años, “cultiva” piedras y las pone en el camino para hacer dificultoso el transitar de quienes piensan diferente.
La nueva dirección de la FBF debe tener los argumentos y, sobre todo, la capacidad de lidiar con ese entorno para luego poder avanzar. Si no es posible convencerlo para la unificación, por lo menos conseguir que esa oposición sea constructiva, leal a una línea de conducta correcta, porque de eso se trata, para hacer llevadera una relación por el bien del fútbol.
Costa no debe olvidar que llega a una estructura montada, cuestionada y desprestigiada. Solo no va a poder con todo y deberá conformar un equipo que, con sus actos, logre transformar esa lamentable realidad.
Ser presidente de una federación de fútbol supone, además, y sobre todo en estos tiempos, estar continuamente en la mira telescópica cada vez más profunda de la intransigencia, tanto de la gente de afuera, de la afición, como del entorno que, por lo general, no dudan en vincular a la persona con hechos de corrupción, así sea sin razón. Por tanto, requiere trabajar con transparencia y la única manera de hacerlo es con honestidad, de frente, en cada paso que se da.
El fútbol boliviano pide a gritos desde hace rato cambios. En el último tiempo, por más intentos, no los ha podido dar debido a las viejas estructuras opositoras.
No hay que esperar milagros, sí una actitud diferente, positiva, con esfuerzos, capacidad, convencimiento, pues de ello va a depender la recuperación de la credibilidad perdida y de que el fútbol, más allá de los intereses mayores que lo rodean, vuelva a ser un juego para divertir a la gente.