Solo hay un club en el mundo que no les paga hace meses los sueldos a sus jugadores y a pesar de ello éstos sacan dinero de su bolsillo para alquilar una cancha y seguir entrenando: así es San José, sumido en la peor crisis de su historia.
El santo no está lejos de lo que representa una olla común. Son acciones incluso populares que ayudan a solventar sus necesidades básicas. Es un compromiso que han asumido los propios futbolistas y a ellos se suman hinchas, aficionados y algunas autoridades orureñas que solventan además viajes, hospedaje y alimentación.
El club sigue a la deriva debido a los efectos de una crisis dirigencial que con el transcurrir del tiempo ha ido en aumento. Encima vino la pandemia del coronavirus que lo hundió más. Su presidente, Huáscar Antezana, poco o nada ha hecho; por el contrario, tiene un fuerte rechazo del propio plantel y de los socios y aficionados santos en general.
“Es verdad, hemos entrenado por nuestra cuenta y pagamos nosotros el uso de canchas, por eso seguimos en el torneo. La dirigencia de Antezana pensó en que no iba a volver la competencia, pero nosotros manejábamos otra información, así que nos comprometimos a entrenar porque somos los que salimos a la cancha a dar la cara y así estamos afrontando estos partidos”, revela el delantero Rodrigo Vargas, uno de los referentes del plantel.
Son ellos mismos los que ahora se están ocupando de administrar los pocos ingresos que llegan por las recaudaciones una vez que se ha permitido el regreso del público a los estadios. Esa experiencia ya la tuvieron antes del confinamiento.
El cariño de la gente
“Sentimos el apoyo de los hinchas. Nosotros hemos vendido platos, rifas, panetones. Hicimos un montón de cosas para que la gente nos pueda ayudar. Lo que pasamos aquí es único, pues no sé si habrá otro club en el mundo con estos problemas, no creo. Agradecemos de corazón a los hinchas que nos apoyan en todo lado”, agrega Vargas.
Entre otras actividades, el sábado 5 de diciembre hubo una kermés para recaudar fondos. A eso se refería el futbolista cuando agradecía a la gente por participar.
No faltan los aficionados querendones que aportan con lo que pueden. Lo más difíciles es afrontar las incursiones cada que el plantel tiene que moverse de Oruro e ir a otro departamento.
Cuando visitó a Bolívar en La Paz, el médico Eddy Plaza de la Clínica Natividad de Oruro pagó el costo traslado. Además, el plantel se hospedó y alimentó en un hostal de propiedad del hincha José María Cuarita, quien no les cobró nada.
Igual sucedió a la hora de ir a Santa Cruz, donde un grupo de residentes orureños organizó el transporte y la estadía en la capital oriental. Rosby Barrientos y Victoria Quisbert fueron señaladas como las que aportaron y cubrieron los principales gastos.
Son apenas unas pocas historias de todo lo que ha tenido que pasar el primer plantel, una pesadilla que no ha terminado aún.
¿Desde cuándo?
Antes de la pandemia el club ya había dado señales de que las cosas no estaban bien. El fútbol boliviano se suspendió luego del 15 de marzo, Oruro fue la primera ciudad que ingresó en cuarentena y los jugadores se tuvieron que ir al confinamiento. A esas alturas San José ya les debía salarios, incluso desde el año pasado.
“En ese tiempo ya comenzamos a hablar y decidimos trabajar por nuestra cuenta, esperanzados en que la situación iba a cambiar, que el regreso del fútbol se iba a dar antes y que íbamos a tener mejores condiciones”.
La dirigencia no pagó los haberes, esperó el desembolso que llegó desde la FIFA y la Conmebol y con ello cubrió tres planillas con descuentos mientras el certamen estaba paralizado.
El zaguero César Mena se quedó en Oruro porque no tenía recursos para viajar a Colombia, su país natal. Pasó muchas semanas encerrado en un hotel comiendo apenas con un dinero que había ahorrado.
Logró un vuelo solidario y pudo reunirse con su familia en su país; hace poco regresó a Oruro pagando otra vez de su bolsillo para integrarse al primer plantel.
El también zaguero Kevin Ceceri se fue del club, no soportó más, rescindió contrato, viajó a su Argentina natal y de ahí saltó al fútbol de Jordania.
Omar Asad, el técnico que llegó a comienzo de año, se marchó sin haber cobrado un solo peso. Está en camino una demanda para cobrar lo que San José le debe, mientras tanto ya está de vuelta en el país contratado por Always Ready.
El resto tuvo la libertad de decidir. El que quería seguir, bien; el que no, estaba en libertad de tomar otro camino. No había manera de retener a nadie.
El inmenso dolor
“Ha sido muy duro para nosotros incluido el tema de la pandemia, en nuestras familias sufrimos pérdidas, en el club también. Cada compañero buscó por su cuenta la manera de subsistir, de sobrevivir. Sé que la mayoría se dedicó a la venta de comida o hacer algunas otras cosas. Así fue hasta que nos comunicaron que debíamos volver a entrenar”, destapa Vargas.
En ese tiempo el coronavirus se llevó a Elías Escobar, el querido “Caimán”, el kinesiólogo que se infectó, no pudo vencer a la enfermedad y murió. Otros afectados, como Henry López, tuvieron la suerte de recuperarse luego de recibir ayuda de hinchas y de los propios futbolistas, quienes a pesar de la crisis aportaron dinero para cumplir con el tratamiento.
El plantel reanudó sus entrenamientos en los primeros días de septiembre y activó nuevamente el reclamo a la dirigencia por sus beneficios. La directiva convocó para pagarles la planilla de mayo con un fuerte descuento y dio por terminada la temporada.
Al mismo tiempo organizó un plantel de futbolistas juveniles para afrontar el resto del certamen. La directiva siempre tuvo la idea de que la temporada 2020 iba a quedar desierta.
El papelón más grande se vio en Villa Tunari, cuando se reanudó el fútbol con dos planteles que querían jugar, uno formado por los profesionales con apoyo de socios que buscan elecciones en el club, y otro de juveniles armado por Antezana y sus pocos colaboradores.
La luz al final
“Teníamos un sentimiento de impotencia, queríamos jugar y no nos dejaban. Por suerte se superó ese mal momento y no queremos ni pensar en las consecuencias que podía traer el que San José no se presente a jugar; lo hicimos y fue el comienzo para que sigamos firmes. El compromiso es quedarnos todos hasta el 31 de diciembre, no vamos a permitir que el club descienda o desaparezca, estamos enfocados en representar a la entidad y a Oruro con dignidad”.
La luz al final del túnel parece surgir con mediación de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF). Antezana se comprometió a entregar a los jugadores los ingresos económicos por diferentes rubros. También se comprometió a convocar a elecciones para dentro de 60 días.
El plantel ya sabe de los acuerdos, confía en que la FBF hará cumplir lo firmado y solo se dedicará a jugar con la esperanza de llegar a la Copa Sudamericana y luego cada uno decidirá cómo afrontará la temporada 2021.
“Cada uno tendrá que plantearse el futuro. Veremos qué hacer. Hay una cosa cierta y fundamental, el hincha nos brinda su cariño y nosotros retribuimos tratando de representarlo en la cancha como se merece. Este plantel lleva en el corazón a la gente de Oruro porque es buena y con seguridad que estos momentos no lo vamos a olvidar jamás”.