El expresidente de Bolívar percibe que al actual titular celeste no lo colaboran quienes están en su directorio. Asegura que hoy no ve un aporte con ideas para el crecimiento del club.
Fue Guido Loayza quien convenció al empresario para que se vinculara a la Academia para ayudar a salir de la aguda crisis que atravesaba. “No sé si Bolívar podía sobrevivir, no sé cómo llegamos a esa situación, se puede hacer una novela de eso. ¿Qué hubiera pasado si no ocurría lo que hicimos?, sería una historia como la de Ingavi, Atlético La Paz o Municipal o clubes internacionales que se fueron y no volvieron nunca más”, enfatiza.
– ¿Qué opina del Bolívar actual?
– Veo con cuidado el devenir de mi club. Lamentablemente tampoco logramos tener esa alegría de tener a un Bolívar tremendamente fuerte, poderoso, organizado, con nueva infraestructura para el centenario.
Hemos escuchado proyectos felizmente halagüeños, pero hasta ahí, todavía no podemos ver lo que quisiéramos ver del Bolívar, no hay una voluntad de cambio en la dirigencia, no se ve a la dirigencia que quiera realizar ese cambio. Espero que cambie y empiecen a salir el sol y las flores, y que aparezca el futuro que queremos hoy.
– Asumo su respuesta como una visión crítica al trabajo en el club…
– Bolívar está haciendo las cosas bien, quiere llegar a su centenario muy bien, pero tal vez lo que no hace es trabajar con el Bolívar.
– ¿Cómo es que Bolívar no trabaja con Bolívar?
– Es una institución casi centenaria, tiene mucha historia y con una cantidad de dirigentes que eran su orgullo. El Bolívar era Mario Mercado y su dirigencia, que él la valoraba muchísimo, rescataba a los mejores bolivaristas de todo el entramado social del país, traía a los mejores empresarios y a los que sabían más de fútbol; pero eso no era todo sino que los llevaba y no los dejaba salir.
Bolívar tenía siempre lo mejor, el club se llenaba de bolivarismo. Ver eso era lo más agradable con personas con 20 o 30 años en el club como Lauro Ocampo, Lothar Kerscher o Alfredo Rojas y así hay más gente para citar.
– ¿Hoy no es así?
– Uno respondía a ese Bolívar, hoy no se ve eso, será porque no actúa o no está en las obras, no sé, pero lo que hace al club son los bolivaristas.
Marcelo Claure está haciendo unas cosas, tiene buenas ideas, pero está haciendo solo las cosas y desde la distancia. Pregunto ¿dónde está el bolivarismo?, ¿quiénes son sus interlocutores válidos? Si están ¿por qué no aparecen? ¿por qué no dan sus ideas?
Antes había personas como el cura Luis Vera (un sacerdote hincha del club que incluso dirigió en alguna categoría menor) o Javier Ortuño (dirigente de varios años) que vivían para el Bolívar. Cuando llegué, el directorio era amplio, con gente capaz de todos los confines de la sociedad y era un grupo rico que aportaba ideas para el crecimiento.
Hoy veo a Marcelo Claure solo. Está rodeado de personas extranjeras que deben ser muy capaces, pero deberían estar rodeadas de bolivaristas que sepan y sean multidisciplinarios para ser la contraparte de su trabajo.
– ¿Se acuerda cómo empezó usted?
– Asistiendo a la cancha en mi época de universitario. En la tribuna popular de Estudiantes de La Plata, ahí no solo miraba los partidos, sino escuchaba los comentarios de los hinchas.
Después de unos años me sorprendí porque no solo miraba y aprendía, también discrepaba y seguía aprendiendo con lectura de los comentarios de los grandes periodistas. No había muchas cosas que hacer en la época de estudiante, pero ese poco había que hacerlo bien. Uno tiene una universidad de futbol y de vida y la mía fue en la cancha.
– ¿Qué sabía de Bolívar y del fútbol boliviano en ese tiempo?
– Vivía en un mundo. Esa vez Argentina estaba tan lejos de Bolivia como hoy está Tasmania. De cuando en cuando llegaban noticias y había que ir corriendo a leer el periódico para enterarse de las novedades del club. Repito, la cancha fue mi universidad, la pasaba bien, escuchando y luego participando de las discusiones y críticas. Una ventaja que tenía era que el estadio de Estudiantes estaba cerca, además que te daban facilidades para ser socio. Me decían ‘pibe, entra a la barra, apoya al equipo’.