Que no suene a consuelo de tontos porque no lo es. La realidad es que el fútbol brasileño nos lleva años luz. Nos metió ocho en 1977, seis en 1993 a la mejor selección boliviana de los últimos tiempos; y de a cinco en otras tres ocasiones, la más reciente el viernes en la lluviosa noche de Sao Paulo al comenzar las eliminatorias para la Copa del Mundo de Qatar 2022.
Costumbre tenemos de buscar culpables o responsables: la crisis entre dirigentes de la FBF, Farías y su “capricho” de no llevar a jugadores de Bolívar y de Wilstermann, mandar al “matadero” a jugadores jóvenes y con futuro… y muchas otras cosas más.
Concuerdo con que, en condiciones normales, la selección nacional debería ser otra y no ésta que sufrió ante Neymar y compañía.
Para muestra un botón: en la defensa deberían estar (es mi opinión) Diego Bejarano, Luis Haquin, Adrián Jusino y Jorge Enrique Flores. ¿Con ellos la derrota habría sido menos dolorosa? Quizás sí, tal vez no.
Pero me pongo a pensar y retrocedo. Es bueno acordarse de vez en cuando de algunas (o muchas) cosas que nos suceden.
Esa fue la defensa, sin Flores porque estaba lesionado, que Bolívar puso también en Sao Paulo, unos pocos días antes, y que vaya casualidad recibió cinco, no precisamente de la monstruosa selección de Tite sino del muy buen equipo de Luxemburgo, el Palmeiras. El 5-0 borró del mapa a la Academia y la sacó de la Libertadores.
Van 10 a 0 a favor de los brasileños ante los bolivianos en pocos días entre uno y otro partido. Wilster lo hizo mejor y no se dejó encajar ni uno por el Paranaense. Es que a veces también suceden esas cosas.
Siempre es bueno quitarse la venda de los ojos de vez en cuando y ver que, en el fútbol, Brasil es Brasil, y con mayor razón si Neymar está inspirado, y que Bolivia es Bolivia, con aquellos o con estos.