Hace 30 años Bolivia era noticia mundial, el país celebraba un hecho histórico gracias a su selección nacional de fútbol, que conseguía una increíble y, a la vez, muy merecida clasificación al Mundial de Estados Unidos 94. El sueño de tocar el cielo con las manos se hacía realidad.
El 19 de septiembre de 1993, la Verde conducida por Xabier Azkargorta coronaba una magnífica campaña premundialista y lo hacía con un empate a uno (1-1) en la casa de Ecuador, un resultado obtenido en Guayaquil que le aseguraba el segundo cupo de su grupo para ir a la Copa del Mundo de la FIFA del año siguiente, solo por detrás de Brasil y dejando fuera a la gran favorita Uruguay —y a otro par de selecciones—, pateando el tablero de una competición inolvidable para los bolivianos.
Esa camada de futbolistas encabezados por Marco Etcheverry duró un poco más: asistió a EEUU 94 y tres años después, en 1997, obtuvo el subtítulo de la Copa América jugada en el país, que no pudo coronar con el título porque se lo arrebató el fuerte combinado brasileño de Ronaldo Nazario y compañía.
Desde ahí, lo que parecía ser el comienzo de un crecimiento sustancial en todos los sentidos del fútbol boliviano se transformó rápidamente en un castillo de naipes, de estructura vulnerable y débil, tanto así que Bolivia no volvió ni siquiera a dar pelea nunca más en siete eliminatorias posteriores repletas de fracasos, mientras que acaba de iniciarse el octavo intento sin que haya visos de que el resultado vaya a ser diferente.
La realidad indica que en estas tres décadas el fútbol nacional se ha ido en picada, las selecciones y los clubes han sido mediocres en sus competiciones salvo alguna honrosa excepción y los dirigentes de turno no han tenido la capacidad de apuntalar lo que parecían unos cimientos bien constituidos aquella vez; por el contrario, han dejado no solo de atender una obra recién iniciada, la han dejado al desnudo e incluso la han llevado a la precariedad y el olvido.
El fútbol boliviano vive 30 años después un infierno. La FBF es la más pobre de la región, lo mismo que sus clubes, no estrictamente solo en lo económico, con el añadido de que no parecen hallar el rumbo verdadero para salir de la crisis institucional que invoca una refundación, algo que será imposible alcanzar en la medida que los cambios, si los hay, continúen siendo únicamente superficiales, eludiendo una y otra vez atacar el verdadero mal que como todo cáncer proviene única y exclusivamente del interior de sus entrañas.
Mientras aún recordamos aquella gloria de la Verde, la pelota en el país está hoy por hoy manchada por una FBF desorientada, clubes cada vez más inestables, asociaciones incapaces, denuncias de supuesta corrupción, de supuestos amaños; dirigentes que ante el menor problema optan por hacer borrón y cuenta nueva como la gran solución y sin tocar el real fondo del asunto porque no parece interesarles el verdadero problema del fútbol boliviano que son ellos mismos. Solo están buscando encarar un retoque como ha ocurrido tantas veces y que, por su precariedad, seguramente llevará a un nuevo fracaso.