En 1995 llegó Dusan Draskovic. Era una eminencia de la dirección técnica. Había revolucionado al fútbol ecuatoriano, formó a varias generaciones en ese país y lo hizo muy bien. Era una persona ideal para dirigir a Bolivia después del éxito que Xabier Azkargorta había tenido al llevar a la Verde al Mundial de 1994.
Draskovic duró como una salva de cohetes. Los dirigentes lo echaron en cuanto tuvo su primer tropiezo premundialista, no le dieron tiempo para nada. Querían un DT ganador, creyendo que el fútbol boliviano estaba para dar pelea en las grandes ligas. Estaba comenzando la “era” de las duras eliminatorias con el sistema de todos contra todos en Sudamérica.
Desde entonces, Bolivia ya lleva siete veces consecutivas sin ir de nuevo a una Copa del Mundo, generalmente habiendo terminado la competición entre los últimos de la tabla.
Lo peor es que, con tanta agua que ha pasado por debajo del puente, seguimos —siguen— sin darnos cuenta de que el culpable no es el técnico sino la estructura de nuestro fútbol, la falta de formación, las condiciones paupérrimas que se les da a los futbolistas para entrenar y, muchas veces, aunque cada vez menos, el escaso convencimiento de estos por cambiar la historia.
No somos ciegos, pero nos hacemos y no queremos ver esa realidad. Cada que ocurre un fracaso el culpable es el mismo: el DT. “¡Fuera Fulano, fuera Mengano!”. Hoy le toca sufrirlo a Farías.
No pudo —no lo dejaron— el montenegrino Draskovic. Menos iba a triunfar el flojo Héctor Veira. Lo echaron a Jorge Habegger. La misma suerte tuvo Nelson Acosta.
Erwin Sánchez duró toda una eliminatoria (¡albricias!), pero fue porque lo bancaron los dirigentes, porque si era por la gente se iba al diablo bastante antes. Pero tampoco pudo hacer mucho con lo que había.
Gustavo Quinteros renunció a tiempo. Se dio cuenta de que en la selección boliviana no tenía futuro y partió antes de correr la misma suerte que sus antecesores.
La lista sigue siendo larga: Mauricio Soria, Julio César Baldivieso, Ángel Guillermo Hoyos, Soria de nuevo, Eduardo Villegas y ahora Farías.
El próximo será Mandrake. Y también le van a dar un puntazo en la cola para mandarlo a pasear por más mago que sea. Así sucesivamente.
¿No les parece que hay que hacer un alto y buscar, hasta encontrar, el verdadero problema de nuestro fútbol? ¿Les “suena” el término proceso? ¿No es hora de dejar de echar la culpa al que no la tiene?
En fin. Si digo que Farías merece una segunda oportunidad me harán trizas. Está bien. Pero para traer a otro piensen: por primera vez en muchísimo tiempo la Verde tiene una base, jugadores con un gran futuro si no son descuidados, que han sido trabajados, que ya tienen experiencias como para que la próxima vez no sea tan dolorosa como las últimas siete. ¿Se dieron cuenta? Con Farías o con otro, hay que aprovecharla. Ya no es cuestión de decir que hay comenzar otra vez de cero. No sean tontos de nuevo…