En la recta final de los años 2000 llegó Marcelo Claure para salvar a Bolívar. Lo trajo Guido Loayza, quien acababa de asumir como presidente. Era un momento traumático para el club que ya entonces era el más ganador del fútbol boliviano, pero que en esa época tenía una deuda acumulada de por lo menos unos 5 millones de dólares que causaba pavor; por tanto, si no se hacía cargo alguien con mucho dinero su destino era la desaparición.
Claure fundó BAISA SRL, una empresa presidida por él para que se hiciera cargo de administrar el club. La idea era separar claramente las cosas y manejar por ese lado los recursos para no cruzarse ni interferir con el otro de ámbito estrictamente deportivo a cargo de Loayza y su directorio. Así, éstos decidían contrataciones y todo lo relacionado con la conformación y funcionamiento del plantel, mientras que el empresario se encargaba de financiar ese proceso.
Esa “sociedad” no tardó en mezclarse. Respaldado por Loayza y su experiencia dirigencial, Claure desde su posición de benefactor tomó el timón casi absoluto de las decisiones en todo sentido, administrativas y deportivas. A partir de ahí en Bolívar se hace hasta hoy lo que él aprueba.
Una de sus primeras ofertas con olor a promesa después de tomar el control del, aquella vez, maltrecho club fue, en unos cinco años, conducirlo a una final de Copa Libertadores de América. La puntería anduvo cerca: en 2014 la Academia fue semifinalista de ese certamen y de no haber mediado la errada decisión de desperdiciar con una vacación el valioso periodo del Mundial de Brasil, que originó un paréntesis en la competencia de clubes más importante de la Conmebol, tal vez se hubiera convertido en el primer club boliviano en disputar el título copero.
Esa campaña tan recordada hasta hoy, con un altísimo rendimiento futbolístico, fue conducida por Xabier Azkargorta. El hombre que llevó a Bolivia al Mundial de Estados Unidos de 1994 hubiera hecho doble historia si acaso también clasificaba a Bolívar a una final de Copa Libertadores de América. Ni qué decir si la ganaba. Anduvo cerca.
Luego de dar desde entonces varios tumbos en la Copa, los celestes han retomado esa ilusión ganadora en este 2023 con otro español al mando. Beñat San José (con los dólares de Claure) ha logrado poner en el terreno copero a un equipo cuyo rendimiento está dando de qué hablar y que, con bastante solvencia, se ha clasificado a cuartos de final, es decir, está a 180 minutos de mínimamente alcanzar la semifinal como ocurrió hace nueve años.
Después de haber jugado una gran fase de grupos con cuatro victorias, una de ellas por goleada en el exterior, frente a dos derrotas, la segunda nada dolorosa porque el equipo ya estaba clasificado; y luego de sortear los octavos de final con un fútbol que pocas veces se ha visto en clubes bolivianos para merecer haber llegado hasta este sitial, la pregunta del millón es si no es el momento preciso para que el sueño de ver a un equipo boliviano ser finalista de la Libertadores se haga realidad.
En cuartos de final la Academia se medirá con el Internacional de Brasil que, en este momento, en comparación con otros clubes brasileños, diera la impresión de ser menos equipo que el poderoso Palmeiras, al que Beñat y compañía enfrentaron y ganaron en fase de grupos, e incluso que el Atlético Paranaense, el subcampeón de la Libertadores del año pasado, caído también a manos del representante boliviano.
Si la lógica funcionara en el fútbol se podría presumir del favoritismo de Bolívar frente al Inter, pero la realidad indica que el de Porto Alegre no debe ser tan malo como parece frente a los otros si fue capaz de eliminar en la anterior instancia ni más ni menos que al todopoderoso River Plate, aunque también hay que convenir que el argentino, goleado por The Strongest en La Paz, no hizo una campaña como manda su rica historia deportiva y a la larga sufrió nomás las consecuencias.
En este mundo futbolístico a veces tan contradictorio, es innegable que Bolívar está frente a una gran oportunidad de hacer historia una vez más, aunque ahora en un nivel mucho más alto. Cuando un equipo se convierte en uno de los mejores ocho de un campeonato, ya no está tan lejana la posibilidad de acercarse más a la gloria. En ese selecto grupo dejan de influenciar los motivos ajenos que no sean estrictamente de rendimiento deportivo. Si uno es rico y el otro es pobre, ya no interesa.
Bolívar, con su fútbol, ha conseguido en esta Copa devolverle a La Paz la plaza temida para cualquier visitante, pero no solo se ha hecho fuerte en ese terreno propio, sino que ha sabido exhibir afuera un rendimiento futbolístico diferente. En el exterior, la Academia no es un equipo simplemente defensivo que procure solo evitar perder; sin descuidar ese valioso ingrediente para defenderse bien, también propone y ha logrado generar un conjunto de acciones individuales y colectivas que están acordes con la otra parte necesaria en el fútbol, que es atacar. Desde ese punto de vista, no hay que darle más vueltas a la posibilidad, es cuestión no solo de ilusionarse y de soñar, es creer que esta vez sí se puede.