El velódromo de Alto Irpavi, la piscina de Alto Obrajes y el coliseo de Villa Victoria son algunos de los escenarios deportivos de La Paz que fueron diseñados por el arquitecto Alberto Rivera Alzugaray (Potosí, 16 de enero de 1948).
Pero más allá de esa profesión que abrazó, su primera y gran pasión ha sido el ciclismo, deporte en el que compitió e hizo crecer luego en el país como presidente de la asociación paceña y luego de la federación.
Hoy, Rivera les enseña a pedalear a sus nietos.
“A mí me encanta el ciclismo. Fui muy deportista desde pequeño, practicaba fútbol, básquetbol y voleibol, pero sobre todo el ciclismo”.
Su familia lo trajo a La Paz de niño y a sus 14 años corrió en su primera competencia. Eran los años 60 y el escenario era el antiguo estadio Hernando Siles, que tenía una pista de ladrillo molido.
“Recuerdo que usé una bicicleta de paseo que tenía un pedal roto, mi papá lo arregló a medias, porque luego de dar 20 pedaleadas adelante se trancaba y había que pedalear para atrás”.
“En la carrera de la categoría Medianos partimos unos 40 ciclistas y cuando llegué a la curva sur me di cuenta de que dejé lejos a todos; sin embargo, como se trancó la bici tuve que pedalear hacia atrás mientras la gente me gritaba que tenía que ir para adelante (se ríe). Terminé en tercer lugar”, rememora.
‘Bendita’ miopía
Con el pasar de los años siguió practicando los deportes de conjunto, pero cuando comenzó a estudiar arquitectura en la Universidad Mayor de San Andrés ya no pudo porque tenía miopía, así que optó por dedicarse al ciclismo.
“En esos años no se estaba permitido jugar al fútbol, voleibol o básquetbol con lentes, no había esas gafas deportivas que existen hoy, entonces como también me gustaba el ciclismo decidí dedicarme a eso”.
Sucedió en los años 70, década en la que terminó sus estudios universitarios.
En los Bolivarianos
“Por el año 73 o 74 el Comité Organizador de los Juegos Bolivarianos de 1977, que se disputaron en La Paz, lanzó una convocatoria pública para técnicos de arquitectura, ingeniería y topografía. Se presentaron unos 100 postulantes en el área de arquitectura, yo salí en primer lugar, entonces me contrataron y pude diseñar varios escenarios que se utilizaron para los Juegos”.
Su obra son el velódromo de Alto Irpavi, la piscina de Alto Obrajes, el coliseo de Villa Victoria, la pista atlética del Colegio Militar, el terraseo (superficie en la que se construyó el picadero) del Club Hípico Los Sargentos y el polígono de tiro deportivo que también está en Alto Irpavi.
“La piscina tenía unas medidas reglamentarias por cumplir, además, existían ciertas características para que el oleaje del agua no molestara a los atletas, entonces había que pensar en algunas soluciones técnicas e imaginativas. Tuve que documentarme mucho, ver películas de las piscinas olímpicas de Múnich y Londres. Otro problema era conseguir el terreno, ya que la única piscina estaba donde el estadio antiguo. En principio se decidió colocarla en el campus universitario de Cota Cota, pero al final definieron que sea en Alto Obrajes con el objetivo de que los estudiantes de la Normal sean nadadores”.
Mas complicado fue el diseñar el velódromo, ya que no existía algo similar en el país. Para lograrlo hizo un viaje relámpago a República Dominicana, donde ya había uno.
“Solo estuve un día, saqué fotografías, luego me mandaron diseños del velódromo de México y lo adecuamos poco a poco a nuestra topografía. Este reducto debía estar emplazado en donde se encuentra la cancha Zapata, pero ese terreno era relleno de basura y el Comité Organizador adquirió 36 hectáreas en Alto Irpavi con el objetivo de tener un centro deportivo, un estadio para 100.000 personas, piscina, coliseo para básquetbol y el velódromo, pero al final solo se hizo lo último y el polígono de tiro”.
Dirigente deportivo
En el ciclismo primero fue nombrado secretario general de la asociación paceña.
“Era dirigente y ciclista al mismo tiempo y por ese motivo organizamos la Doble Yunguyo hacia el Perú, en la que también participé y hubo unos 300 deportistas entre ambos países. El ganador fue el cochabambino Édgar Cueto. Después me nombraron vicepresidente, presidente y ya no me quisieron soltar. Estuve unos 14 años como titular de la asociación”, detalla.
Con el pasar de los años el ciclismo fue decayendo en el país hasta que Cochabamba fue designada para albergar los Juegos Bolivarianos de 1993, cuya subsede fue Santa Cruz. A él lo buscaron para preparar a la selección nacional.
“Esa época no había federación porque su presidente estaba preso, entonces el secretario de deportes, que era (Alfonso) Toto Arévalo, llamó a los dirigentes de todo el país y me nombraron presidente de la federación. Recuerdo que yo estaba trabajando y me llamaron para decirme eso y que tenía que formar la selección de ruta y pista. Como me gusta este deporte acepté”.
Alberto Rivera fue titular de la entidad ciclística durante cuatro gestiones.
Tres generaciones
Nunca imaginó que su pasión por el ciclismo pasaría de generación en generación, pues sus hijos y ahora sus nietos practican esta disciplina.
Durante su juventud participó en varias competencias departamentales y nacionales llegando a destacar casi siempre.
Junto a los ciclistas paceños tuvo una rivalidad sana con el cochabambino Édgar Cueto, considerado el mejor de Bolivia de todos los tiempos. “Recuerdo que nos entrenábamos mucho en la selección paceña para hacerle frente en los nacionales, pero era complicado”.
Sus estudios universitarios no le permitieron contar con el tiempo suficiente para seguir entrenando y correr, pero su satisfacción es ver a los suyos con la misma pasión.
Logros familiares
Casado con Mery Vera tienen cuatro hijos: Alberto, Róger, Marcelo y Kristy. Los tres varones se dedicaron de lleno al ciclismo y tuvieron importantes logros nacionales e internacionales.
“Felizmente mi familia ha hecho este deporte. Mis hijos estuvieron en la selección boliviana, participaron en los Juegos Bolivarianos, Suramericanos, también corrieron la Doble Copacabana, la Vuelta a Bolivia y estuvieron en el podio con los colombianos y venezolanos”.
Sus nietos Mariana, Santiago, Samuel, Octavio, Marcelo, Nicolás y Emma, de los cuales los mayores están entre los seis y siete años, comenzaron a pedalear y acompañan a su abuelo a montar la bici cada fin de semana.
“Todos los domingos voy al velódromo a dar algunas vueltas con mis hijos, ahora con mis nietos, ojalá algún día puedan representar a Bolivia si es que se dedican al ciclismo”.
“Me apasiona el deporte y todo este tiempo he reflexionado: el Gobierno y las autoridades deberían ver otros deportes que no sea el fútbol, que tiene muchas canchas y mucho respaldo publicitario. Pareciera que las demás disciplinas no existen, esa es mi mayor preocupación”.