Terminó la temporada 2023 del fútbol profesional boliviano. No hay que olvidarse que pudo haber quedado trunca. En determinado momento, a simple denuncia por supuesto amaño de partidos, el lío se hizo tan grande que casi quedan anulados dos torneos. De hecho, la mayoría de clubes, cuidando solo sus intereses, aprobó en su momento el “borrar” definitivamente a ambos. Menos mal que a alguien de ahí adentro se le ocurrió poner el asunto en consideración de la Conmebol y, entonces, volvió la cordura y regresó la competencia que nunca debió ser suspendida.
Fue un año atípico —por decirlo de manera suave—. Tuvo mucho de irregular y de anómalo. Está bien utilizar cualquier adjetivo parecido a los ya mencionados para describir lo ocurrido este año en el fútbol boliviano.
En medio de tanto de eso hubo algo aberrante. La Federación Boliviana de Fútbol (FBF) y la División Profesional no solo permitieron que participaran 17 clubes, sino que, para colmo, optaron por llevar a cabo dos torneos y que uno fuera “por grupos”. Por si fuera poco, armaron tres series, dos de ellas con seis equipos y una con solo cinco. Para rematar la cosa, el puntaje ganado por cada uno de ellos en esa ronda fue válido para la tabla anual del punto promedio, sumado al que fue obtenido por los mismos 17 en el torneo “todos contra todos”.
El primer resultado a simple vista fue que en esa tabla 12 equipos terminaron jugando 42 partidos y los cinco restantes solo 40; es decir, el punto promedio salió de una carrera desigual en la que unos dispusieron de más posibilidades de sumar que otros. No es poca cosa porque había seis puntos en juego, que, si alguno de los afectados los ganaba en igualdad de condiciones, bien podría haber terminado mejor colocado y, quién sabe, hasta clasificado a un torneo internacional.
Vayamos a los ejemplos menos dolorosos:
The Strongest acabó segundo con 77 puntos, debajo de Bolívar que llegó a 81. Si el Tigre hubiera tenido la oportunidad de jugar dos encuentros más para igualarse con los que disputó la Academia, y en caso de haberlos ganado, habría llegado a 83. Queda claro entonces que el primero podría haber sido otro. En todo caso, poco o nada interesa porque a ninguno le afecta esa posición final.
Tampoco les afecta a Aurora ni a Guabirá, uno cerró con 64 y podía haber llegado a 70, y el otro terminó con 46 con opción de hacer 52. No hubieran ganado ni perdido nada.
A Palmaflor, que hizo 39 y con la chance de subir a 45, no le hubiera salvado del descenso directo.
Pero aquí viene lo doloroso, un caso que podrían haber sido más por culpa de esa decisión asumida a comienzo de año por los dirigentes.
Real Santa Cruz alcanzó las 52 unidades en el punto promedio y quedó décimo en esa tabla, fuera de todos los premios. El octavo, Universitario Vinto, llegó a 56 y se clasificó, gracias a esa posición, a la Copa Sudamericana de 2024.
Pero ¿qué hubiera pasado si Real, uno de los cinco equipos que disputó dos partidos menos en el año, jugaba esos faltantes y además los ganaba ambos? Pues habría llegado a 58, es decir, estaríamos hablando de Real clasificado a la Sudamericana y no de U de Vinto.
El no dar la oportunidad a que todos los equipos compitan en igualdad de condiciones fue la mayor injusticia cometida por la FBF esta temporada. Dirán que todos estuvieron de acuerdo, incluidos los cinco que aceptaron esas reglas, aunque ello no invalida el carácter monstruoso que tuvo puntualmente esa determinación, una más entre los muchos pasos en falso que dieron este año en desmedro del cada vez más pobre fútbol boliviano.