El niño ayudante de tornero, que cooperaba en esa tarea a su hermano mayor Fermín, ya jugaba al fútbol en las polvorientas calles de su natal Tupiza, sin imaginar siquiera que con los años se iba a convertir en ‘El Maestro’, para muchos el mejor jugador boliviano de todos los tiempos.
Con ese relato sobre la niñez de su progenitor, Juan José Ugarte da vida al libro que escribió como un homenaje a su padre: el gran Víctor Agustín Ugarte. “Biografia Un sueño hecho realidad”, titula la obra que ya está a la venta desde hace algunas semanas.
De esa manera pretende mantener vivo el recuerdo de su padre entre las viejas generaciones y, a la vez, que las nuevas lo conozcan, por eso durante años fue madurando la idea de enaltecer al gran futbolista.
Desde que tenía 22 o 23 años, Juan José, quien ya ha superado los 50, se preguntaba por qué si su padre le dio tanto al fútbol boliviano, cuando estaba vivo, no se lo reconoció como se merecía.
“Incluso más de una vez hice saber esa inquietud a él y la respuesta fue que siempre vivió de promesas, por supuesto incumplidas”.
Un monumento
Su primera idea, cuenta, fue hacerle un monumento. “Por lo menos de dos metros de alto para que se lo viera con prestancia”.
Entonces empezó a preguntar el precio del bronce para hacer realidad el proyecto, pero cuando le llegó la información, desistió.
“Estábamos hablando de 850.000 o 900.000 bolivianos, eso para cualquiera es mucha plata”.
Poco tiempo después empezó a escribir en un papel cualquiera “las cosas que mi papá me contaba, sus vivencias desde que era niño, sus anécdotas, el por qué le decían ‘El Maestro’ y hasta por qué dejó de jugar al fútbol”.
Fue entonces que decidió escribir un libro, “total, ya estaba bien encaminado, porque de alguna manera ya había dado el primer paso”.
A partir de entonces se organizó mejor y con más ahínco puso sobre el papel todo lo que se acordaba.
Cinco años después
La empresa en la que trabajaba le tomada mucho tiempo. “Viajaba mucho, aunque en mis ratos libres escribía un poco”.
Por ello, consolidar el proyecto le llevó cinco años y cuatro meses.
Las remembranzas, no siempre en orden cronológico, de tantas charlas con su padre fueron apareciendo, una tras otra.
Reconoce sus limitaciones a la hora de plasmar todo lo que pensaba “pero no dejaba de escribir, aumentaba, me equivocaba, corregía”.
Con tantos recuerdos ya acumulados, arrancó la segunda parte del trabajo. “Empecé a investigar, mi papá había dejado en casa documentos, recortes, revistas, libritos, álbumes; además consulté periódicos. Los datos eran muy similares a todo lo que me había contado”.
Después, con decenas de hojas acumuladas, optó por ponerlas en orden cronológico, a mejorar sus párrafos y después de un buen tiempo “tenía la cosa más o menos organizada”.
Buenos consejos
Conversó de lo que estaba haciendo con el periodista Andrés Rojas, su amigo de infancia y de juventud en el barrio de Sopocachi.
“Desde que le empecé a contar me impulsó a seguir y me recomendó que lo buscara a don Tito de La Viña, todos sabemos que es un gran periodista, pero a partir de que lo conocí mi admiración por él creció. Tiene una memoria increíble, se acuerda de fechas, de nombres, de todo”.
Cuando le expuso la idea “me expresó que estaba de acuerdo en ayudarme y después de darle una leída a algunas páginas, me miró y me dijo ‘este es un tesoro el que tienes”.
“Me dijo que había que hacerle varias correcciones y empecé, aunque tampoco fue fácil, porque fueron cinco los borradores los que le presenté hasta tener su aprobación”.
Además de agradecerle a don Tito, no se olvida de los compañeros de colegio, lo mismo que de su hija Tatiana, que lo ayudaron en la diagramación, en la edición, en escanear fotografías y recortes y en todas las cosas faltaban antes de que el libro llegara a plasmarse en la imprenta.
Tanto por agradecer
Juan José también manifiesta que no recordar algunos homenajes que recibió “El Maestro” no estaría bien de su parte.
Agradece a Juan del Granado, quien cuando era alcalde de La Paz, le puso el nombre de Víctor Agustín Ugarte a una avenida, que une Tembladerani con Sopocachi Bajo.
“Agradezco también al barrio de la zona de Villa Victoria, tienen un equipo que lleva el nombre de mi papá y un pequeño museo. Lo mismo tengo palabras de agradecimiento para Tupiza, para Potosí, sobre todo para la Gobernación que le puso el nombre de mi papá al estadio departamental”.
“Creop que se merecía un poco más de eso” y reitera: “este libro es justamente para eso, para que mucha gente lo recuerde, porque está claro que mucha gente lo ha olvidado. Por eso en las páginas del libro está reflejada su vida desde niño hasta que nos dejó”.
Hasta los 16 años, Víctor Agustín Ugarte no sabía que quería ser de grande, pero después “se dio cuenta de que jugar al fútbol era lo que más le gustaba”.
En el libro también están reflejadas las jugadas célebres que hizo y las características de su juego que lo llevaron a ser de los mejores jugadores de Bolivia.