Texto: Marco Quispe / Agencia Marka Registrada
Renya Suzuki dejó atrás sus raíces por perseguir un sueño. El arquero, de origen japonés se fue de su tierra para demostrarse a sí mismo que no existen imposibles en la vida ni en el fútbol. Con esa ilusión llegó a Bolivia, donde desde hace cinco años busca dejar huella en el balompié nacional.
“Es fundamental creer en uno mismo y tener una mentalidad positiva. Cada día me repito ‘te caes y te levantas tantas veces como sea necesario’. Hay que lograr lo que uno se propone, sin importar lo que digan los demás”, afirma el arquero del Cultural Deportivo Amanecer Vinto de Cochabamba.
Renya fue una de las figuras de la Copa Simón Bolívar. El golero japonés fue clave para que su equipo llegue hasta octavos de final del certamen de ascenso a la División Profesional. Luego, su equipo ya no pudo acceder a los cuartos al caer ente Olimpia del Chaco Petrolero. Sin embargo, Suzuki quiere seguir luchando por su meta de llegar a jugar en la Primera División.
“Mi objetivo es llegar a la liga boliviana. Siempre pienso que en la vida no hay nada imposible. Quiero cumplir ese sueño en Bolivia”, comparte Renya, quien, cuidando los tres palos, cada jornada de fútbol se transforma en un auténtico samurái.
Un gigante bajo los tres palos
Renya Suzuki nació el 17 de febrero de 1996 en Kawasaki, Japón. Desde niño mostró su pasión por el fútbol, un deporte que en aquellos años no gozaba de tanta popularidad en su país. Su familia fue fundamental para que en sus inicios elija practicarlo en su tierra.
“Empecé a interesarme por el fútbol a los tres años. Mi hermano ya jugaba y eso también me motivó a practicar este deporte que lo juego desde los 10 años”.
También a esa edad eligió ser arquero. Ya en su juventud, Renya llegó a jugar en el club Nippon Sport Science University.
En la historia del fútbol hubo arqueros que, pese a no contar con una buena estatura, destacaron por su habilidad: Giampiero Combi, legendario portero italiano de 1.72 m; el húngaro Gyula Grosics, de 1.77 m; el colombiano René Higuita, con 1.75 m, y en Bolivia Pedro Higa, de solo 1.68. Ellos son algunos ejemplos.
Renya no tiene el físico de arquero, pero su agilidad felina y sus grandes atajadas hacen que se transforme en un “gigante bajo los tres palos”.
“Tuve muchas dificultades al inicio, especialmente por mi estatura. Me decían que no podría ser arquero, pero siempre quise demostrar que estaban equivocados. Con el tiempo, desarrollé agilidad y tengo un salto que me permite incluso competir con delanteros de casi dos metros de altura”.
En Bolivia es comparado justamente con Higa, exarquero cruceño, recordado por su habilidad pese a su estatura.
Por un sueño sudamericano
Luego de sus primeros pasos en el fútbol universitario japonés, Renya se aventuró en Europa para conocer de cerca el fútbol de ese continente. Sin embargo, al regresar a Japón, un video de la Copa Libertadores despertó en él, un deseo de llegar al fútbol sudamericano.
“Vi un video de la Copa Libertadores y me fascinó. Me apasionó cómo viven este deporte especialmente los equipos argentinos como Boca Juniors y también los clubes brasileños. Desde ese momento, soñé con jugar profesionalmente en esta región”.
Dejó su hogar, su familia, sus tradiciones y su vida en Japón para llegar a Sudamérica. Su primer destino en el continente fue Ecuador, donde en 2018 alineó en el Guayaquil City. Sin conocer a nadie y sin hablar español, afrontó este reto. “Antes de partir, me comprometí a no volver sin haber cumplido mi meta”, recuerda el aquero que aprendió a hablar español gracias al fútbol.
No obstante, una lesión casi trunca los sueños de Renya, quien en 2019 llegó a Bolivia gracias a un contacto. Su primer equipo en el país fue el club Nueva Cliza de Cochabamba. Allí comenzó su camino en el en el país enfrentando cada reto con perseverancia y optimismo.
“Tuve la oportunidad de llegar a Bolivia y conocer al profesor Richard Rojas (exjugador de The Strongest y ahora entrenador valluno), quien me dio una oportunidad en Nueva Cliza, y así comenzó mi camino aquí en Bolivia”.
Desde entonces ha mantenido su compromiso con el fútbol boliviano, pasando por equipos como Real Mizque (Cochabamba), GV San José (Oruro) y, actualmente, Amanecer Vinto (Cochabamba). “Al principio no conocía mucho de Bolivia, pero con el tiempo aprendí bastante”.
Durante la pandemia de la Covid-19, Renya vivió otro momento complicado. Ante la inactividad en la que ingresó el fútbol buscó la manera de ganarse la vida. “Sin fútbol, trabajé en cerrajería y pintura. Tenía que hacer algo para ganarme la vida y en estos trabajos aprendí mucho”.
Un boliviano más
Tras cinco años en Bolivia, Renya se siente parte de la cultura y la gente del país. Aunque recientemente recibió una oferta para volver a Japón, decidió quedarse. “No quiero irme hasta cumplir mi sueño en Bolivia. Este país me ha brindado una oportunidad única y he sentido un cariño especial de la gente que me trata como un boliviano más”.
Y ¿qué es lo que más le gusta de Bolivia, al portero japonés?: “Me gusta todo su clima, su comida y la gente que es tan buena”.
Afirma que muchas veces le dijeron que se naturalice boliviano, le gustaría hacerlo, pero no por presión.
“No busco la nacionalización por interés, sino por amor. Si me caso aquí con una boliviana sería muy bonito que llegue de esa manera”.
“Deben dejar de ser negativos”
Renya no solo busca cumplir su sueño, también quiere entrenar a jóvenes arqueros, quiere inspirar a otros que, como él, han sido subestimados. “Quiero demostrarles que no hay imposibles. Con sacrificio y constancia se pueden superar las barreras”.
Con una visión única sobre el fútbol boliviano, Renya destaca que el talento está presente, pero hace falta una mentalidad más fuerte para enfrentar los desafíos.
“En Bolivia hay mucho talento, pero la mentalidad es clave. No se puede decir ‘no puedo’. El sacrificio es fundamental para el éxito, y esa actitud es la que quiero transmitir a las futuras generaciones”.
En el país, pocos jugadores japoneses han logrado destacar. Renya espera marcar su apellido en el fútbol nacional: “Hay que lograr lo que uno quiere, sin importar lo que digan los demás”. Es “el samurái del arco”.