Gustavo Costas es un ‘ave de paso’ más entre los muchos entrenadores que llegaron a dirigir a la selección boliviana, permanecieron un corto tiempo en el cargo y se marcharon sin pena ni gloria. En las próximas horas la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) hará el anuncio oficial sobre la rescisión con el DT, un poco más de un año después de haberlo contratado y luego de apenas 10 partidos dirigidos con un saldo lamentable de solo una victoria, un empate y ocho derrotas.
Costas se ha aplazado al mando de la selección boliviana, aunque ello no significa que sea un mal entrenador, al menos su trayectoria antes de asumir en Bolivia lo colocaba como un exitoso DT de varios de los clubes que dirigió en otros países de Sudamérica, y quizás a partir de su próximo trabajo vuelva a esa senda como le está pasando hoy por hoy al venezolano César Farías.
Otra cosa es que le haya ido mal al frente de la Verde por una serie de factores. A él se le pueden endilgar un montón de cosas como un supuesto desconocimiento de los jugadores, falta de trabajo, malas decisiones en los planteamientos, en la elección de futbolistas y mucho más, críticas algunas injustas y otras razonables, todas absolutamente discutibles dependiendo del cristal con el que se miren.
Sin embargo, el mal del fútbol boliviano es otro y viene desde la cabeza, es responsabilidad de los dirigentes, tiene que ver con la ineficiente estructura de la FBF y su manejo, lo mismo de las asociaciones, de los clubes, es decir, una cadena definitivamente inefectiva que desemboca en el sufrimiento de la selección a la hora de encarar competiciones tan importantes como las eliminatorias.
En el caso puntual que nos ocupa hay que preguntarse si no es mayor el aplazo de la dirigencia encabezada por Fernando Costa, que por ahora está protagonizando una de las peores gestiones al frente de la FBF y que no pasa, exclusivamente, por cómo le está yendo a la selección.
Costa está al frente en su segundo mandato. Del primero, que fue muy corto, no hay mucho que decir porque llegó para completar el periodo de César Salinas (+) y encabezó un Comité Ejecutivo que no era el suyo, por tanto, lo único que le correspondía era tratar de llegar hasta el final lo mejor posible.
Luego conformó su equipo y asumió con todas las de la ley, dicho sea de paso, con un apoyo mayoritario que cuidado empiece a resquebrajarse si, por los pasos que está dando esta federación, comienza a generar inconformidad en el seno dirigencial.
Los tropiezos más recientes en la FBF han sido bastantes en corto tiempo, algunos aparentemente imperceptibles y otros más ruidosos, todos dejando una secuela en el camino.
Fue una buena decisión echar mano del VAR, sin embargo, su implementación careció, por ejemplo, de una adecuada preparación de los jueces, a quienes se los mandó al ruedo con un curso rápido e intensivo de semanas tras desperdiciar varios meses sin hacer absolutamente nada. Ya se sabe cómo arrancó la cosa.
La temporada 2022 fue particularmente desastrosa por una serie de decisiones, especialmente dos: por un lado, la suspensión de un plumazo de la Copa Bolivia, que iba a ser un inédito torneo entre clubes de liga y asociaciones; y, por el otro, el inconcluso torneo Clausura sin campeón, con el argumento de que un paro en Santa Cruz hacía inviable terminar la competencia; de esa manera, tampoco hubo una igualmente nueva Supercopa que estaba programada para los últimos días del año. Dicho sea de paso, de cuatro certámenes programados a un inicio solo uno —el Apertura— terminó como correspondía.
La FBF pasó en 2023 el papelón de rechazar, solo pocas semanas antes de su inicio, la participación de la selección boliviana Sub-23 en el famoso torneo de Francia Maurice Revello —más conocido como Esperanzas de Toulon—, a pesar de que había aceptado con bombos y platillos la invitación que daba la enorme posibilidad al fútbol boliviano de mostrar a las jóvenes figuras nacionales en un campeonato juvenil de importantísimo relieve mundial.
La temporada actual que va a terminar a los tropezones ha sido marcada por denuncias sobre supuestos amaños que aún están siendo investigados y sin luces de momento sobre resoluciones, pero que anticipadamente han golpeado los campeonatos con una incomprensible suspensión absolutamente fuera de lugar del “todos contra todos” y el “por series”, reanudados —asumiendo el error sobre su “anulación”— a la apurada tras un lógico jalón de orejas de la Conmebol sobre cómo el fútbol nacional estaba actuando ante tal situación.
A la FBF todavía le falta dar explicaciones, por ejemplo, sobre la paralización del proceso para adjudicar los trabajos de la Casa de la Verde, que sigue durmiendo en sus laureles cuando parecía que por fin iban a comenzar las obras en los terrenos de Achumani para levantar el centro de entrenamiento de la selección, incluida la convocatoria a un Congreso Extraordinario para la respectiva aprobación, que fue borrado de un simple plumazo.
Como también falta saber que ha sucedido concretamente con la decisión inicial de no vender los derechos de televisación de la selección en eliminatorias mundialistas, la creación de una plataforma para la transmisión de los partidos a fin de lograr la obtención directa de los recursos, además de la comercialización “por separado” y a la rápida de los primeros juegos premundialistas. Es decir, una serie de manejos contradictorios que afectan de alguna manera a la promesa de transparencia enunciada desde un comienzo.
Después de la gestión 1992-1994 encabezada en la FBF por Guido Loayza al mando del exitoso camino que desembocó en la participación de Bolivia en el Mundial de Estados Unidos 94, han pasado por la federación un montón de dirigentes con más sombras que luces, son varios los que lo hicieron muy mal y hoy es cuestión de hallar la respuesta a la pregunta sobre de quién es el aplazo en realidad.