Es inconcebible que un club como Always Ready, que generalmente hace gala por estar bien acomodado económicamente, programe el viaje de su primer plantel para el mismo día de un partido corriendo los riesgos que ello conlleva y, a la larga, provocando desajustes en un campeonato en el que la mayoría hace los esfuerzos por no fallar.
El mismo sábado que la banda roja “pataleó” porque su delegación no pudo ir a Chimoré, ocasionando la consiguiente postergación indefinida (¿correspondía?) del partido con Palmaflor en Villa Tunari, había un club que, habiendo tomado, en cambio, todas las previsiones y haciendo grandes esfuerzos económicos, operaba para que sus jugadores lleguen a la ciudad sede de su encuentro con casi 24 horas de anticipación.
Es el buen ejemplo que hasta el momento está dando el pandino Vaca Diez, uno de los nuevos en la División Profesional y quizás el más limitado de recursos, lo que no le impide, sin embargo, cumplir sagradamente con la responsabilidad que ha asumido al llegar a la máxima categoría del fútbol boliviano.
Vaca Diez salió de Cobija, en el norte del país, el sábado por la mañana; llegó a Tarija, en el sur, o sea en el otro extremo, por la noche del mismo día luego de, seguramente, una agotadora jornada. Este domingo se presentará ante Tomayapo a las 19.30 y no habrá ocasionado ninguna inentendible postergación.
Es sabido que trasladarse desde y hacia Pando es bastante más complicado que hacerlo hacia cualquier otro departamento del país. Sin embargo, Vaca Diez jamás ha esgrimido ningún pretexto para no estar donde fue convocado con la debida antelación. Y cabe anotar que, incluida su actuación en Tarija, van cinco visitas y solo tres localías. Le tocó ir a Trinidad, a Cochabamba dos veces, a La Paz y ahora a Tarija (además de Santa Cruz por el otro torneo) y jamás tuvo que presentarse a las apuradas.
Por ello lo de Always Ready tiene que llamar a la reflexión porque no es la primera vez. Y también tiene que sonar una alarma sobre el trato condescendiente que parece estar recibiendo. Las normas deben ser para todos y hay que cumplirlas. De lo contrario, para qué están.