Es terrible lo que le ha sucedido al primer plantel de Blooming. Los jugadores fueron agredidos en la propia casa del club por vándalos que a título de hinchas fueron a “apretarlos”.
No es algo menor. Hubo golpes, chicotazos, petardos disparados contra la humanidad de los futbolistas y más. Tucho Antelo declaró que algunos de los agresores portaban cadenas. Hay señales de que también tenían armas blancas en su poder. No pasó a mayores de milagro porque los jugadores mantuvieron la calma a pesar de todo. Ni pensar en qué hubiera ocurrido si reaccionaban y se defendían.
Delitos como estos no pueden quedar impunes. Ojalá que la justicia haga su trabajo y meta a la cárcel a los responsables. Dejar el asunto en el olvido, como ya ocurrió con las agresiones y robo a unos árbitros en un estadio de Santa Cruz, sería otro mal precedente.
Al margen de ello, el fútbol en su conjunto no se puede quedar callado. Ha sido penoso ver en las horas posteriores al hecho la indiferencia de los demás actores. Ni la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) ni los otros 15 clubes se pronunciaron, al menos, con un mensaje de solidaridad. Atacaron a uno de ellos y no dijeron nada.
Ojalá que ese silencio de ahora se transforme pronto en acciones positivas conjuntas para proteger al fútbol y protegerse a sí mismos. La FBF y los clubes, es decir sus dirigentes, no tienen que desentenderse de un asunto que también les compete ni proteger a los delincuentes, sino denunciarlos. Si no hacen algo hoy, mañana será peor y llegará el día en que sea demasiado tarde.