Armando Paravicini hace un silencio. Se lo nota muy golpeado. La noticia de la partida de Armin Franulic ha sido muy fuerte. Convivieron juntos toda una vida, ambos ligados al automovilismo.
“A Armin lo estimo y lo quiero como a un hermano”, dice Paravico, no queriendo reconocer el duro momento. Luego respira profundo…
Los dos fueron notables pilotos del automovilismo boliviano. Campeones. Grandes rivales, pero sobre todo amigos. Sus vivencias juntos fueron muchas. Hace unos 10 días fue la última vez que hablaron.
Los recuerdos
“Nosotros empezamos en 1976. Él estuvo con un auto Torino en un Gran Premio y yo ese año estuve con un Ford Escort en la primera fecha, que era el 25 de mayo. Nos conocimos ahí y desde esa época fuimos compañeros del equipo de auxilio, luego estuvimos en la escudería Ford Galindo y después pasamos a la escudería Banco Mercantil Taquiña”.
Forjaron una gran amistad que no se rompió jamás. “Si uno ganaba, el otro se alegraba. Así fue siempre”.
Un suspiro antecede a los recuerdos. “Hay cosas tan especiales… En las carreras dormíamos en la misma habitación y al día siguiente corríamos en autos distintos arriesgando la vida, pero buscando siempre un ganador. De verdad: yo no me sentía mal cuando él ganaba y él tampoco si a mí me tocaba vencer, nos alegrábamos siempre porque lo hacíamos con esa pasión, la de participar y hacer automovilismo y llegar a todos los puntos más alejados de nuestro país”.
“Mil anécdotas”
Compitieron en muchísimas pruebas. “Corríamos por sendas, por unos puentes que eran de madera. Nos recibían en San Javier, en San Ignacio, en tantos lugares… Especialmente recuerdo que compartimos el Gran Premio Tarija-Cobija”.
Ellos fueron virtualmente los creadores e impulsores de esa carrera que recorrió casi todo el país, de sur a norte.
“Como anécdota una vez nos recibió una familia que era del mismo pueblo del padre de Armin. Nos atendieron y nos hicieron dormir en unas camas de cuero, bien pesadas y especiales”.
“Hoy viene a mi mente todo eso que pasamos en épocas en que se hacía automovilismo para abrir caminos y gracias a nuestro deporte se hacían las carreteras”.
Fuera del país
También corrieron juntos en el exterior. Una de esas pruebas fue Caminos del Inca en 1992, que tuvo una particularidad: entró de Perú a Bolivia.
“Salió de Lima, llegó a La Paz, entró a la Cumbre y Puente Villa para subir a Coripata, Arapata, Coroico para salir nuevamente hacia La Paz y luego terminar en Ica, Perú”.
A Paravicini le tocó luego ser dirigente. Presidió la Asociación de Automovilismo Deportivo de La Paz y luego la Federación Boliviana de Automovilismo Deportivo.
“Armincho seguía corriendo. Lo vi en varios eventos. Un notable piloto…”.
“Una vez viajamos a Inglaterra para comprar directo de la fábrica los motores de competencia Cosworth. Allá tuvimos un tema muy simpático porque nos tocó un chofer de habla hispana, pero hombre de color, y por cosas muy especiales sabía lo que eran los rallies y las competencias, entonces comenzó a hablar con nosotros. En esa noche se apareció y nos invitó a cenar porque decía ‘ustedes son los ídolos bolivianos mientras yo soy un amante del automovilismo’”.
Casi 50 años
En las casi cinco décadas de amistad siempre estuvieron juntos y en contacto. Cuando Paravicini se accidentó en una carrera, Franulic estuvo siempre pendiente durante todos los años que tardó su recuperación.
“Es un gran amigo. Nos hemos conocido el 76. Lo recuerdo muchísimo”, vuelve a decir.
Hace unos años Armin Franulic sufrió un accidente cerebrovascular. “Lo he acompañado durante esos tres años que estuvo con problemas de salud. Tuve la suerte de estar con él por lo menos tres o cuatro días a la semana en ese periodo de recuperación. Hasta hace una semana o 10 días seguimos conversando. Es un hombre que ha tenido un valor como ser humano intachable, un ejemplo para la juventud”.
Hace un mes tenían que ir juntos a la Doble Collana de La Paz, pero Armin no pudo porque una de sus piernas estaba hinchada.
Franulic murió este sábado en La Paz, a los 77 años de edad.
Paravicini aún se resiste a hablar de él como si ya no estuviera. Para él sigue presente: “Es un hombre al cual estimo y lo quiero como a un hermano”.